Hace unos días me preguntaban en una de mis Master Class a qué costumbre, enólogo, bodeguero, tradición, etc… persigo. Si soy fan o follower, o simplemente un admirador, o si soy más afín a un vino, a una variedad. Me pidieron incluso que me “mojara” al respecto de cuál era mi vino favorito en una noche en la que catamos 12 de mis últimas creaciones.
La verdad es que en 24 años de procesión vínica y después de miles de respuestas acertadas, no había recibido esta pregunta que delata cómo es la sociedad actual. Todos tenemos que ser de algo o de alguien. Los bloggers buscan “seguidores”, los facebooks buscan “me gustas “ , los Linkedin buscan contactos, aunque en este caso no de cualquier tipo, luego están los twitterr, los Instagram, …En el mundo del vino también ocurría: Ribera o Rioja, ahora Bobal o Monastrell.

La respuesta fue rápida y concisa, no sigo a nadie pero al mismo tiempo sigo a todo el mundo porque entre otras cosas vivo de él y para él, con un objetivo que es el de crear y producir placer.
Quizás con esa circunstancia deambulando por mi pensamiento y fruto de la casualidad, el pasado fin de semana atendiendo a un programa televisivo como cualquier otro ciudadano de a pie, escuché unas palabras que me han hecho reflexionar al respecto de la axiomática de mi trabajo.
Independientemente de si eres aficionado al mundo taurino o por contrario para nada comulgas con la existencia de esta tradición, no cabe duda que lo ocurrente en las plazas de toros se puede denominar Arte. Así lo ha manifestado hace unos días el maestro José Tomás.
“La entrega lleva al riesgo, a arrimarte, el riesgo trae el Arte”
Entrega: millones de km, millas a la espalda, millones de horas ensimismado en el pensamiento vitícola.
Riesgo: fruto del conocimiento: vendimias tardías, variedades foráneas o endógenas, climas inexplorados, suelos por conquistar, suelos vírgenes de raíces del género vitis, marcos de plantaciones diferentes, únicas, nuevos mundos a explorar.
Arte: Mis vinos.